Por VICO Caballero

Hace algunos años veía un documental español, donde a los transeúntes de una plaza se les preguntaba al azar si conocían el nombre del presidente de Venezuela. Casi todos atinaron a decir Nicolás Maduro, sólo dos personas refirieron a Hugo Chávez. La siguiente pregunta era si conocían el nombre del presidente de Portugal, su país vecino. Fue curioso que la mayoría de las personas no sabía quién era el presidente del país con el que comparten lazos comerciales, culturales y geográficos…

En México sucede algo similar cuando la mayoría de las personas conocen el caso de George Floyd, pero desconocen el caso de Giovanni López. Ambos murieron por excesos policíacos. Llama la atención que en nuestro país parece que un sector de la sociedad siente mucha empatía por la causa afroamericana en USA (que es muy bueno respaldar a nuestros hermanos en Estados Unidos), pero que desprecian las protestas y a los pobres en México, quienes viven los infiernos del racismo, del clasismo en su propio país.

Estos ejemplos nos permiten ilustrar de qué modo la idea de: yo decido en qué pensar o sobre qué opinar, dista mucho de ser un acto de libertad, para ser dirigido por intensas campañas que centran la atención en asuntos que suelen no ser los más relevantes o que ni siquiera son ciertos.

Entender con claridad la infiltración del Batallón Olimpia y de los Halcones en los movimientos estudiantiles del 68 y 71, nos costaron 30 años de silencio cómplice de medios, autoridades y grupos empresariales. Romper ese cerco informativo implicó que una clase política se dedicara a incrustar y perpetrar la corrupción como un estilo de vida, tanto en las decisiones de gobierno, como en la médula de la sociedad, empobrecida y condenada en sus mayorías a la subsistencia del día a día.

Descubrir los nexos del crimen organizado y el gobierno en Atenco, Ayotzinapa y un sinfín de casos contra los pueblos de México no requirió tanto tiempo esta vez, con las herramientas de la comunicación más alcance del ciudadano, es que conocer la verdad ahora nos implica menos tiempo de espera, sin embargo, la sociedad teledirigida sigue siendo la carne de cañón del corporativismo herido en sus intereses.

En México existen personas que defienden a las empresas trasnacionales sin saber que esas mismas empresas en otros países otorgan salarios dignos, pagan puntualmente sus impuestos, respetan y acatan las leyes vigentes, pero su margen de utilidad no es tan alto como en nuestro país y eso se debe a que nuestros gobiernos habían permitido la explotación, sueldos de hambre, la evasión fiscal y la corrupción como procedimiento de rutina. Es obvio que retribuir en salarios y en impuestos justos no es su prioridad y ellos están en lo suyo, lo increíble es que existan asalariados que defiendan a este sector que no hace propiamente un favor a nuestro país.

Las campañas mediáticas de miedo se intensificarán, lo vemos todos los días. Hasta ahora el blindaje de la 4t y el presidente es el respaldo social. Millones de personas a lo largo y ancho del país participan en contrarrestar el discurso de la oposición, que sin ideas, le apuesta al sabotaje y a la desinformación, pretendiendo reforzar la idea de que todos los políticos son iguales, para que la moneda siga en el aire. Sin embargo, la derecha en México tiene las encuestas que le dicen que Morena se apunta a ganar todo en las próximas elecciones, por lo que no sólo está en juego el jugoso pastel del poder político, sino la propia subsistencia de partidos políticos que carecen de militancia y votos. Así, buscarán hacer alianzas para salvar sus registros e intentar como bloque oponerse a la propuesta de Morena, que pese a sus muchos errores, aun puede jactarse de tener en su interior un debate constante y abierto por mejorar la política pública de México y el nivel de vida de la población en su conjunto.