Ayer, cuando miraba al mar,
entre piedras negras
y arena blanca,
recordé su rostro…
y dolía.
Ayer, al caminar,
cuando la luna clama
al sol su día…
me perseguían sus ojos…
y quemaba.
¡Maldita playa blanca!
¡Pues me arrastré en la arena!
y cada grano que tocaba…
era un poro de su piel.
Y nadé…¡sí!
nadaba…
nadaba en ella.
¿Sabes qué?
¡Sí! nadaba en tí.
Y como entonces fué,
cada grano de tu cuerpo…
me rasgaba a mí.
Y me arrastré en la arena,
restregando mis dolores,
en recuerdos…
ya sin ti.
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