Escrito por Josefina Maria Eugenia de la Encarnación Chávez Rodríguez

A
la muerte de mi Tía Emilia. 21 de agosto de 2009.

 

Esta mañana
camine por las calles de centro histórico, encontré el pretexto de un regalo
que tenia que comprar para una amiga, camine por las calles de 20 de noviembre,
Pino Suárez hasta que encontré el regalo. Después seguí caminando sin rumbo,
pase cerca de la antigua calle de Capuchinas hoy Venustiano Carranza en donde
se encuentra el Palacio de los Condes de Xala (hoy reconocido como uno de los cinco
palacios neocoloniales que quedan en la ciudad, considerado parte del
patrimonio nacional).  Esa casa fue
comprada por Iñigo Noriega a fines del siglo XIX. De ahí salio la bisabuela
Guadalupe en su carroza fúnebre el día que murió, en alguna ocasión pude ver la
fotografía de un periódico del cortejo que la acompañó. Desde el lunes, un día después
de que velamos a mi tía Emilia tuve por razones de trabajo que pasar frente a
esa casa todos los días de la semana. No sólo eso, sino que las personas que me
contrataron para el trabajo que estuve realizando, me invitaron a comer en un
restaurante que esta en esa misma calle de Venustiano Carranza, que
ofertan  Bufete Español.

Así pues el
proceso, necesario de duelo, del cual no es posible escapar, se lleno de estas
calles, de la mencionada casa y de la comida española. Las imágenes de mi
estancia en la casa de mis primos y de mis tíos se me vinieron de golpe,
algunas de ellas las reconocí rápidamente pues son parte de mi acervo vital;
pero la cosa no paró ahí; pues la estancia en el año de 1973 en la ciudad de
México en las dos casas la de la abuela Lola y las de mis tíos, Vicente y
Emilia, están ligados indisolublemente a la enfermedad y muerte de mi padre en
ese año. Partida que en el caso de mi familia significó un cambio  profundo en nuestras vidas. Y que ese duelo
duro años. Muchos años.

 

Esa
experiencia me dejó la lección de por vida, de la importancia de no eludir los
procesos de duelo, por el contrario reconocerlos. Dejar fluir, reconocer lo que
esa persona te enseñó. Eso me costó dos ovarios y mucho más.

 

La partida
de tía Emilia, en efecto como dices Vicente, la Chatina como le decía mi
tío, con un tono especial, cariñoso a su estilo, me trajo y me sumergió en esa
temporalidad interna. Ese año, esa época, esa estancia me lleno de múltiples
enseñanzas. Trato y no puedo, pensar solo en mi tía; se me vienen  decenas de memorias de toda la familia; con
mis primas, Teruco y Covadonga, que en esa época era la Lupe. Recuerdo cuando decidió
cambiarse el nombre y como se enfurecía cuando no le decían Covadonga. Ella me
llevo al mercado y los domingos antes de ir a la misa pasábamos por una gordita
con salsa verde. Recuerdo como nos reíamos de mi tía cuando en una misa se
levanto y tenía el zapato metido en la bastilla del vestido y saltaba. Por días
nos reíamos todas.

 

Teruco,
Pelayo y yo nos íbamos a estudiar todas las tardes al estudio, pues siempre
teníamos muchas tareas.  Creo que ahí de
pronto nos llegaban algunas galletas que enviaba mi tía.

 

Emilia la
madre dadora de comida; al mediodía nos servia y nos servia, teníamos que decir
antes de que colocara la primera porción que era suficiente. Cuando ya no podía
yo con la comida se la pasaba a Pelayo. La sopa de “creoque”, me ha inspirado
durante años y en algunas ocasiones he logrado verdaderas excelencias
culinarias.

 

Aprendí a
tostar el pan, eso fue algo muy nuevo en mi vida pues en Tijuana eso no se
estilaba ya que no se acostumbraban los bolillos pues no los hacían como aquí.
En Casa de la abuela Lola ella me enseño, con lujo de detalles como tostar ese
pan!, y como guardarlo; todas esas cosas eran para mi sorprendentes. Me
acostumbre tanto a ellos, que cuando hay sobras de pan bolillo (lastima que ya
no es tan bueno ahora) lo tuesto para no desperdiciarlo. Eso es, aprendí como
ahorrar y no desperdiciar nada de la comida.

 

La comida en
casa de tía Emilia fue un nuevo conocimiento;  
sus platillos eran nuevos para mi; pues mama cocinaba algunas cosas de
la comida española como por ejemplo la paella que la hacia a las brasas
deliciosa. La primera ocasión que yo cocine bacalao le hable por teléfono a mi
tía y ella me dijo como prepararlo. Una 
de las  hierbas que descubrí con
ella fue el perejil, mama lo usaba, pero en la comida de la tía era mas
frecuente.

 

 Lo mas encantador era comer en una mesa con
tantas personas! Que novedad. Que divertido. A veces era angustiante sobre todo
cuando mi tía cocinaba un pastel de zanahoria que por mas que yo intentaba no
podía con el. Afortunadamente Pelayo salía al quite.  En esa casa, 
la tía siempre estaba pendiente de la cocina y de que todo funcionara;
recuerdo un día que llegaron dos señoras muy robustas, vestida de blanco y con
la cabeza envuelta en trapos, yo le pregunte azorada a mi tía ¿Quiénes son?, las
lavanderas de la ropa. Nunca había yo visto algo así; mujeres que lavan la
ropa! Como en las películas!, discretamente me fui a ver como lo hacían. Fue
toda una experiencia ver de cerca como se organizaba una casa y la vida
familiar.

 

Después de
la jornada del desayuno, venía la preparación de la comida; había un receso
para la tía, cuando se sentaba a ver las novelas; y se dormía. El trajín de la
casa era algo sorprendente.  A veces me
tocaba llevar la canasta de comida a casa de mi abuela, en donde la mayoría de
las veces comía yo con ella. La tía a veces avisaba a mi abue para que yo
comiera con todos en su casa.

 

Su
generosidad, su acogimiento sin distinciones, pues me hizo sentir desde el
prime día que yo era parte de la familia; tenia claro que a veces era difícil
convivir con mi abue Lola. Siempre sentí su comprensión; la sentí cerca de mí
como una presencia amorosa femenina en mi vida y estancia.

 

 Los domingos mi tío sacaba las botanas  chorizo y otros) y el “vinillo”, recuerdo a
mi tía echando el ojo para que mi tío no bebiera muchas copas; eso me divertía
mucho.  Momentos memorables, para mi muy
importantes pues recordaba mi casa, mi padre enfermo, mi familia lejana; en esa
época las comunicaciones no eran como ahora. Los domingos también eran días de
futbol. Y los domingos también ayudábamos para que mi tía trabajara menos. A
diferencias de Covadonga no necesite ir al curso de economía domestica a
Puebla. Sólo con aprender de mi tía gané el diplomado.

 

Recuerdo a
Emilina que llegaba de su trabajo por las tardes-noches y ella le había
guardado algo de la comida, para que cenara. Es cierto eso que dices primo, que
se las agenciaba para hacerte sentir especial. Mi tía era la mama de todos en
esa casa. La llevo en el corazón, ahí está, ahí siempre ha estado, junto con mi
tío Vicente; pues ambos fueron mis padres en esos meses.  De las personas que recibes amor  es de donde sacas la fuerza para tu vida. Ellos
ambos nos ayudaron a sobrevivir, en  mi
caso de la tristeza de la enfermedad de mi padre pues desde que yo tenia 14
años el inició su declive y yo estaba muy asustada. Y a Jorge de la pérdida de
su padre tan. chico. Y a  mi madre por
apoyarla de esa manera en momentos que para ella fueron muy difíciles. Recuerdo
años después a mi tío Vicente tocando la internacional a mamá.

 

Algunas
veces cuando estoy en Cabo San Lucas y mi hermano Jorge y yo nos damos un
espacio y unas copas, recordamos muchas cosas de esa época. Aunque la
experiencias de el esta mas ligada al tío, tiene muchísimas anécdotas con mi
tío!! Increíbles. Cuando esta en México y caminamos por el centro histórico se
acuerda de los lugares y las tiendas a las que venia con mi tío. Jorge reconoce
por ejemplo que mi tío le enseño a trabajar. Algo fundamental en su vida; pues
cuando murió papá el tenía 14 años así que mi tío fue una figura masculina en
su vida determinante. El siempre honra mucho la memoria de mi tío porque tiene
clarísimo las lecciones que recibió de él.

 

Convivir con
esta tuya-mía-nuestra familia; también nos conectó con nuestras raíces, con los
ancestros. Venir de Tijuana, en esa época, a la ciudad de México a vivir  era como viajar de otro país y emigrar a uno
nuevo. Por lo que nuestra experiencia también fue por eso muy profunda y nos
marco y nos ayudó a ser mejores por todo lo que recibimos. Por eso lo que nos
queda es honrar a mi tía Emilia, dejarla que repose en el corazón al lado de mi
tío Vicente y de Emilina.  Gracias por
existir; Vicente, Angelines, Cecilia, Teruco, Covadonga, Pelayo.

 

La jose (
para ustedes)

 

p. d. Tengo
un millón más de recuerdos, risas, anécdotas memorables, de all you, como
aquella ocasión en la que por andar jugando contigo me caí en la escalera y tu
me envolviste en cartón el tronco. O cuando Emilina  estaba aprendiendo a manejar y nadie quería
acompañarlas a practicar nos quedamos en la antigua Glorieta de Rivera dando 9
vueltas!! Y no podíamos salir.  De ria
loca. También con ella conocí por sus pláticas Colombres. O cuando Teruco se
encerró en el baño de abajo cuando el golpe de estado en Chile y lloraba. Así
fue como me enteré que existían las dictaduras militares. Y también en tu casa
aprendí a leer el periódico todos los días. Con Emilina tomé por primera
ocasión un capuchino en la Zona Rosa
en un café de moda, el Toulouse. El día de la boda de Teruco y Jorge, Emilina
me probó varios de los vestidos del closet; así que quedé “arreglada” con uno
de color amarillo de gasas que flotaban!.